El líder de Rammstein de joven se peleó con su padre, tuvo que matar a su querido
perro, entrenó para las olimpiadas, nadó en un río salvaje y creó arte a partir del sufrimiento. ¿Cómo se las arregla Till Lindemann?

Para conocer detalles de la vida íntima de una persona tan reservada, ahora uno puede tener acceso de primera mano a un libro de memorias donde Werner Lindemann (padre de Till) contrapone sus experiencias de vida a las opiniones y ambiciones de su hijo; el texto remarca las diferencias de carácter entre personas educadas en diferentes sistemas sociales, pero también mostraba sus similitudes.

Ser el hijo de un grande es problemático. Sí, se tienen másoportunidades que otros, pero a veces se termina cediendo a la presión y se la pasa esquivando constantes comparaciones. Konstantin Yesenin, por ejemplo, decidió no repetir los pasos de su famoso padre-poeta y huyó del patrón, se rebeló de otra manera; se volcó en el periodismo deportivo, escapando así de la sombra de un padre poco cariñoso.

Werner Lindemann

El caso de los Lindemann, sin embargo, resultó ser bastante diferente. Till no odiaba a su padre; simplemente, tenían sus diferencias como cualquier dupla de padre riguroso / hijo rebelde. El libro que recoge algunos de estos pasajes “Mike Oldfield en la mecedora. Notas de un padre” se ha editado en lengua rusa, con una nueva portada y un prólogo escrito por el propio Till.

Werner Lindemann nació en Altjessnitz, en el seno de una familia de trabajadores del campo; con 15 años fue aprendiz de granjero y entre 1943 y 1945, soldado. Al acabar la Segunda Guerra Mundial estudió Ciencias Naturales en Halle y a partir de 1949 comenzó a ejercer de docente.

Entre 1955 y 1957 estudió en el Instituto de literatura de Leipzig. Allí colaboró como redactor del periódico estudiantil, luego se convirtió en director de la Casa de la Cultura de la localidad y desde 1959 se desempeñó como escritor por cuenta propia.

Fue cofundador de la colonia de artistas de Drispeth, donde vivió más de 20 años. Produjo desde libros infantiles hasta tomos de poesía. La Academia de las Artes de Berlín le otorgó en 1985 el premio Alex Wedding, por sus méritos en el ámbito de la literatura infantil socialista.

En el apogeo de su carrera, desaparecía durante semanas en giras literarias; su fama se extendía a profesores y bibliotecarios de todo el país e incluso más allá de sus fronteras. El libro se formó a partir de las notas del diario personal de Werner, ofreciendo información sobre su vida en la granja de Drispeth, donde se retiró para dedicarse a la escritura. Uno se entera de las circunstancias de su vida y obra, así como de sus asuntos familiares e íntimos.

En el hogar adoptivo de los Lindemann en Mecklemburgo, la vida cotidiana de la gente del campo está presente en el diario, así como las observaciones de animales y paisajes. Sin embargo, la atención se centra en su relación con su hijo “Timm”, de diecinueve años.

El impulso de llevar un diario le surgió al autor cuando su hijo se mudó a la granja de Drispeth. Sus anotaciones continúan durante nueve meses y se interrumpen con la separación. El manuscrito original permaneció en un escritorio hasta la reunificación de la RDA y la RFA.

El poeta/padre está tan preocupado por la alteración de su ritmo de trabajo como por sus diferencias en cuanto al compromiso, el valor del dinero, la rectitud. Cada vez más a menudo el padre comienza a preguntarse hasta qué punto sus valores morales y sociales se han materializado en la vida de su hijo:

“Las necesidades del Pueblo no son las suyas.
La Lucha de Clases es para él una consigna para los políticos”.

En este caso, Werner Lindemann no se ocupará del conflicto generacional, sino que sus reflexiones se centran en la pregunta: “¿Cómo puedo hacerme amigo de mi hijo?”

Till y Werner. Padre e hijo.

El libro del padre sobre su hijo, que éste sólo lo apreciará tras la muerte de su padre.

Till Lindemann es un niño tardío. Nació cuando su padre tenía 36 años. La brecha en su relación se hizo sentir en su domesticidad y visión del mundo.

Werner Lindemann tenía la fantasía de que su hijo se dedicaría a escribir. Pero al principio, la idea sólo le divertía, aunque de niño componía poesía. A los 13 años, el pequeño Till y su padre volvían a casa por una carretera en mal estado en Mecklemburgo. Hablaron de la autodeterminación profesional.

Till recuerda esta escena con su padre tomándose muy en serio su futuro:

«Me hizo el comentario, así como si fuera cualquier cosa:

“Ya deberías tener pensamientos sobre lo que quieres ser, chico”.

…a lo que le contesté:

“Todavía no lo sé; tal vez un pescador en alta mar…”

…pero inmediatamente, dijera lo que dijera, surgieron objeciones:

“Pero entonces tienes que conseguir un certificado profesional…
Pero entonces estarás fuera todo el tiempo…
Pero entonces no podrás tener una relación…”

…¡había “peros” todo el tiempo! En un momento dado, me puso los nervios de punta, como
siempre. Y dije:

“En el peor de los casos, me convertiré en escritor”.

…todavía recuerdo lo extraño que se volvió su rostro.

“¿Y qué piensas entonces, qué hago? ¡Es un trabajo muy duro!
De hecho, ni siquiera es un trabajo, es una pasión.
Y es un trabajo que se supone que es agradable”.

…yo digo:

“No conozco a nadie que trabaje por placer”.

…él responde enérgico:

“Sí, ese es el problema. Tienes que encontrar un trabajo que te guste”.

…entonces vuelvo a decir:

“Pero algunas personas nunca pueden elegir…”

…toda esa gigantesca discusión se produjo porque no me tomé en serio su profesión. Al
mismo tiempo, estaba completamente confundido, ¡Ridículo!»

Werner y Gitta Lindemann

Hemingway es como el ideal de alcanzar la cima del valor. Él luchó, boxeó, se jactó y escribió siguiendo una regla: LA FELICIDAD DE LA VIDA ES LA LUCHA.

Los padres de Till vivían entonces separados, pero se mantenían en contacto. Su madre
trabajaba como periodista y usualmente discutía sus textos con su padre.

Till: «Ella seguía viviendo en Rostock y siempre venía a visitarlo sólo los fines de semana. La mayoría de los domingos volvía bastante temprano porque tampoco soportaba el estrés que le generaba el hecho de estar con él.»

Así las cosas, justo después de graduarse de la preparatoria, Till se mudó con su padre al campo para olvidarse del ajetreo de la ciudad y evitar ser denunciado por actitudes antisociales. Pensó en una nueva vida sin trabajos sin sentido y montó un desván en la casa de su padre.

Werner Lindemann mantenía una rutina estricta; se levantaba temprano por la mañana, hacía trabajos de carpintería y mantenimiento para la granja, y simplemente no lograba entender cómo su hijo podía quedarse dormido hasta el mediodía durante la semana laboral.

Till recuerda: «Por las mañanas, mientras tomaba un café, recuerdo escucharlo siempre regañando y sermoneando, tratando de que en todo en la vida fuera según lo previsto. Y yo simplemente me relajaba y escuchaba muy fuerte mi música favorita: electrónica y metal. Mi padre nunca lo entendía y siempre refunfuñaba… Naturalmente, quería escuchar la música que me gustaba, pero no podía conseguir esos discos. Mi padre, por ejemplo, no entendía cómo es que decidía que me compraría un nuevo disco de Alice Cooper a cambio del salario de todo un mes.»

Werner escribió: «Mi isla de tranquilidad se tambalea cada día. Desde anteayer, Timm deja los platos sucios acumularse y hay calcetines tirados por doquier. Ayer salió y no apagó ni una sola lámpara de la casa. Ahora escupe huesos de ciruela sobre el pelaje del gato con voluptuoso placer. ¿Este chico es realmente ya un adulto?»

Till reflexiona: «Regularmente me hacía sentir culpable, por decir algo, se colocaba en un pedestal con relación a mí: yo no debía quejarme. Solía decir frases como “Yo tenía tu edad corriendo descalzo por los rastrojos en el campo, con apenas una patata asada en la barriga”.»

En los textos, queda constancia de las múltiples veces que el padre le riñe al joven Lindemann por negarse a trabajar…

«Mi niño voluntarioso. Lo que no se ajusta a sus “normas”, se rechaza como una tontería o una basura… Así que tras mucha insistencia de mi parte, aceptó un trabajo como carpintero, en el que fabricaba recortes de pala y ruedas de carro. El capataz bebía constantemente vodka por la tarde, no le molestaba con demasiadas preguntas y se dirigía así al joven de cabello largo y alborotado: “¡Hey tú, Mozart!”–Esto le venía muy bien.»

No todo eran críticas y reclamos. En otra parte, el Señor Lindemann deja plasmado su gran asombro al ver cómo los jóvenes amigos de su hijo piensan qué el sería capaz de todo; uno quiere que repare su vieja motocicleta. El padre pregunta, con sorpresa – “¿Crees que él puede hacer eso?” – El chico dice: –“¡Till puede hacer lo que sea!–. El padre piensa que todos son unos tontos crédulos, pero él es el primero en sorprenderse cuando el motor empieza a rugir de nuevo. «Él realmente puede hacer de todo; ¡Cuánto agarre! ¡Cuánta confianza en sí mismo!» –escribe su padre.

Werner Lindemann también escribió reflexiones sobre la guerra, su difícil existencia y sus secuelas. Por ejemplo, una anécdota sobre un fragmento de granada que quedó atascado en su cuerpo. Pero el joven Lindemann no se impresionaba ni confiaba en todas estas historias, ya que rechazaba categóricamente todo lo relacionado con el servicio militar obligatorio, la guerra y la matanza.

Werner le confiesa a su hijo:

“Después de un tiempo (tras haber sido reclutado a la fuerza), me convertí en
objetor de conciencia; me escondería, no iría a la guerra.”

Till le reprocha:

“¿Por qué te dejaste arrastrar en primer lugar?
Después de todo, podrías haberte escondido…”

Y él le responde:

“No habría funcionado. Estaban (las autoridades del régimen) espiando
y tomando a la gente por la fuerza”.

Till riñe:

“Yo habría dicho que prefería ir a la cárcel. Nunca en mi vida iría al frente, a disparar a la gente.
Va contra mi naturaleza. Preferiría ir a la cárcel.
No quiero tener nada que ver contigo, porque luchaste por el ejército alemán.”

El padre se pasea por la habitación, asolado por los cuestionamientos, sin responder en voz alta, mientras anota algunas de sus ideas.

Su motivo es conocer a su hijo y convertirlo en un amigo. Pero es complicado. Conflicto generacional.

La mayor parte del tiempo, padre e hijo se quedaban en silencio por horas, incluso mientras veían la televisión.

La única gran aceptación del padre sobre el estilo de vida del hijo es la música de Mike Oldfield.

Till: «Un día vino a mi habitación, refunfuñando de nuevo, o mejor dicho, como siempre. Estaba escuchando a Mike Oldfield; en ese momento y se sentó y dijo: “Eso suena interesante.”

…¡fue como un salto cuántico para mí! Mi padre sentado en mi habitación, escuchando mi
música y pensando que era buena. Probablemente por la melancolía. Se sentaba en una
mecedora que yo mismo había fabricado; por aquel entonces trabajaba como carpintero en
una granja. Solía sentarme en la mecedora y sumergirme en la música y fumar porros.»

Pero los momentos de “tregua” fueron sucedidos por más conflictos. El mayor de ellos, se intensificó con una gran pelea. Lindemann compró un Trabant, le puso altavoces y probó el sonido: habitualmente alto.

Till: «Entonces llegó a reclamarme, y tuve que bajarle a la maldita música. Era “demasiado ruidoso” para él. En ese momento, me estaba haciendo el tonto cerca de sus preciosas jardineras y, de repente, la situación se agravó. De hecho, me abofeteó junto al el coche. Aunque para ese entonces yo empezaba a rebasarle en altura, se inclinó y me dio una cachetada con el dorso de la mano. Yo hice algún comentario de mierda como: “¡Joder, déjame en paz!”, algo así. Eso fue una provocación para él, y dijo:

“Si vuelves a hacer eso, te golpearé DE VERDAD”.

Y le dije:

“Entonces lo lamentarás. Porque estás LOCO.
¡No te atreverás a golpearme de nuevo!”

…Y entonces me golpeó con la palma de la mano otra vez. No se estaba controlando; de hecho, se estaba exaltando de esa manera. Al instante se asumió una pose de combate como boxeador -había boxeado en las Juventudes Hitlerianas- y yo sólo… bueno, en ese momento pensé que no le estaba pegando realmente, sólo le estaba apartando…

…Y entonces se puso de nuevo delante de mí y le amenacé:

“¡Vamos, viejo, voy a acabar contigo, no tienes ninguna posibilidad!”

De alguna manera, logré intimidarlo, no lo sé. Después subió al ático y tiró todas mis cosas por la ventana. Esto sucedió el fin de semana, mi hermana estaba presente, muchos gritos, un drama serio. En aquel momento recogí mis cosas, las metí en el coche, me fui a casa de un amigo y no volví a ir a su casa nunca más. Primero viví en casa de un amigo, y una semana después me compré una cabaña en el campo.»

Till Lindemann leyó el libro de su padre, en el que reflexivamente da sentido a su relación, hasta después de su muerte. Se burló de la furia y la indecisión subyacentes. Por ejemplo, en la situación en que su perro Kurt fue mordido por un zorro. El padre estaba asustado por la rabia.

Till: «En ese momento, aún no sabíamos si le había mordido un zorro o no. Mi padre llamó inmediatamente a un guardabosques. Pero yo dije: “¡Nadie entrará en este patio y le disparará al perro! ¡Lo haré YO mismo si tengo que hacerlo! En un momento dado, efectivamente desarrolló los síntomas de la enfermedad y tuve que matar al perro.»

Para el joven Till esto fue una atrocidad. Los animales con los que jugaba eran un atributo extremadamente importante de su infancia. Tenía un acuario y hámsteres, llevaba a casa ratas de campo y se encargaba de que en la granja los perros convivieran armoniosamente con los gatos. Frecuentemente, la aparición de animales de granja y domésticos en la casa era sorprendente.

Werner escribió: «Como muchos niños de esta nueva generación de la post-guerra, Timm sintió la necesidad de mantener cerca de sí a un ser vivo que necesitara amor…

…Pero este chico nunca nos dirá lo que está tramando. Se aparece en la puerta al mismo tiempo que yo. Se abre el abrigo y me pone en las manos un joven perro pastor negro.

“¡Tu regalo de Navidad!”

No tengo palabras. Mi hijo está ante mí, tan radiante de felicidad y calidez como un pequeño Sol. Conmovedoramente preocupado, me dirige a la casa, elaborando un plan para el mantenimiento, la colocación y la dieta de nuestro nuevo compañero de casa. Con confusión, una pregunta sale de mis labios:

“¿De dónde lo has sacado?”

“Timm” farfulla:

“Imagínate, el albañil del corral quería colgarlo, simplemente
quería estrangularlo con una cuerda, decía que era un inútil…”

Hay que verlo para creerlo.»

Werner Lindemann murió de cáncer de estómago en 1993, cuando su hijo tenía 30 años. Finalmente no se reconciliaron, pero Till le visitó en sus últimos días y estuvo a su lado con su madre.

«No podían estar el uno sin el otro, aunque vivieran separados. Es irreal, pero mi madre nunca tuvo un hombre después. Hasta el día de hoy no puede dejarlo ir.»

Acerca de no llegar a los Juegos Olímpicos de Moscú y la vida en el barrio

Lindemann tenía los recursos y el potencial para ser un nadador. Uno grande. Irónicamente, también poseía una timidez e inseguridad enormes, que solían golpearlo más fuerte justamente tres días antes de las competencias más decisivas, así como también lo harían antes de salir a los conciertos que lo enfrentan a a multitudes de miles de personas.

Till: «Sé lo difícil que es desarrollar la fuerza de voluntad y la resistencia e inculcar esos atributos. En la República Democrática Alemana, nos lo inculcaron los entrenadores y los llamados funcionarios.»

El joven Lindemann se inició en la natación a los ocho años y dedicó a este deporte durante toda su infancia y adolescencia. Se levantaba para entrenar a las cinco de la mañana, iba a la escuela, luego a un taller de oficios y se caía desmayado por la noche. Pero encontraba una gran felicidad al ver a su abuela observándolo desde las gradas.

En una competición en Leipzig, la anciana no dudó en atacar iracundamente al entrenador, que regañó a Lindemann por un mal resultado. La abuela tomó al entrenador por la oreja: “¿Cómo le hablas así a mi nieto?”

El deporte reforzó su educación y desarrolló la autodisciplina. Su padre recuerda:

«El chico puede que ya haya ganado un buen nivel de experiencia como nadador, pero sigue teniendo un problema de actitud. Una vez tuvo que conformarse con quedar en el segundo lugar en una competición, y eso le causó un gran conflicto emocional. Naturalmente, primero hizo un gran berrinche y se dejó arrebatar por sus sentimientos, pero luego se olvidó de ello, y gracias a una voluntad tenaz, empezó a ganar primeros lugares, pero a la vez, empezó a acumular reprimendas por su comportamiento. Y cada vez que perdía, su entrenador le atormentaba durante mucho tiempo en los entrenamientos y le regañaba: “Aunque ganes, aún no eres un ganador”.»

Lindemann nadó en la categoría de 1,500 m de estilo libre y pudo haber clasificado a los Juegos Olímpicos de 1980 en Moscú. Todo se estropeó cuando, durante una competición en Florencia, se escapó del hotel sin permiso: “No planeaba huir, tan sólo quería mirar la ciudad. Coches, motos, chicas. Me atraparon y me echaron del equipo. Seguí entrenando por mi cuenta, pero luego no di los resultados requeridos.”

Lindemann participó en los Campeonatos Júnior de Europa, pero no llegó más alto. Después de la historia de Florencia, su carrera deportiva se esfumó. Una lesión abdominal puede haber influido en su salida. Lindemann se ha ido de las competencias de alto rendimiento, pero no se lamenta.

Till: «Era relativamente joven y podía seguir con mi vida como me diera la gana. No quedaban ya buenos recuerdos. Me alegré de que se acabara. Lo más difícil fue volver a la normalidad. Caí en un verdadero agujero. Mi casa ya no era una escuela deportiva, sino un barrio ordinario en Rostock. Ahora me destacaba por la bebida (soy mal bebedor) y las peleas. Antes solía estar rodeado sólo de bellas chicas que se interesaban por la natación. Ahora las mujeres feroces se ponían delante de mí y me preguntaban: “¿Cómo es que no bebes?”. Cuando me daba vergüenza acercarme a una chica, se percibía como: “¿Acaso eres gay?”»

Lindemann trabaja ahora con un entrenador personal y antes de las giras, nada algunos kilómetros para ponerse en forma:

“Cuando hago deporte, siento cierta ligereza, no sólo física, sino también mental. Me siento mejor. El principal problema es mantenerse en forma. Ahí es donde entra en juego la autodisciplina. El crujir de dientes es importante”.

Tres semanas en la naturaleza y la soledad como herramienta creativa. Emocionalmente, Conciertos = Deportes

Till: «¿Cómo es que puedo ir de gira? Con hambre. Y feliz. Es bueno comparar los conciertos con los deportes. Al principio no quieres ninguna de las dos cosas. No quieres subir al escenario. No quieres ir a la piscina. No quieres estar en un ring de boxeo. Todo esto ocurre con reticencia. Hay que aceptarlo de alguna manera, así es la vida: primavera, verano, otoño,invierno. Todo va en ciclos. Cuando uno termina, el invierno se va, empieza la floración, aparece el verdor, se ilumina y se empieza a coger gusto. Cuando se acaba, te sientes feliz. Entonces el cuerpo produce un mar de químicos, un montón de hormonas de la felicidad. Creo que el cuerpo se recompensa a sí mismo.»

El escenario, como el deporte, el vencer el miedo escénico, la vergüenza por no hacer el ridículo, se convierte en una necesidad. Por eso, en las primeras presentaciones de la Banda, Lindemann llevaba gafas oscuras para recibir menos miradas del público. Asimismo, antes de aventarse al agua, hay que dar un par de pasos, para tomar impulso. Hay que enfrentarse a uno mismo para abrirse a nuevas emociones.

La tripa de Lindemann exige soledad y soledad moderada. Esa es la cuestión:

Till: «La soledad siempre es buena para una sacudida creativa; tómate una copa de vino y te sentirás aún más mal. El arte no está exento de sufrimiento; el arte existe para compensar el sufrimiento.»

En compañía de su amigo Joey Kelly, Lindemann pasó tres semanas en el río Yukón. Remaron por la naturaleza en un kayak durante ocho o diez horas cada uno y vivieron en una tienda de campaña. Lindemann no se llevó una grabadora, así que trasladó al papel las líneas que vagaban por su cabeza. Captó así la inspiración y el ambiente:

“Había veces que no decíamos una palabra durante horas, pero luego: ¡Mira ahí, mira ahí! Era
impresionantemente bello. Estos panoramas y cielos relativamente cambiantes, capas de
nubes, colores. Salvo algunos osos y lobos, es difícil ver a alguien más por ahí, es estimulante. En el camino vimos a dos cazadores poniendo trampas. Nadie más.”

«Me crié en el campo y tengo una conexión muy fuerte con la naturaleza. Me encanta la pesca, la caza. Es una experiencia arcaica que me gusta revisar una y otra vez. Cuando estoy demasiado tiempo en la ciudad, empiezo a echarla de menos.»

En 2015, Till puso en marcha su proyecto alterno LINDEMANN. El álbum “Skills In Pills” incluía la canción Yukon:

Río salvaje
Robaste mis ojos
Nunca los devolviste
Has intentado besarme
Y me diste escalofríos
Alrededor del cuello

Para afrontar las condiciones en el Yukón, los amigos se entrenaron durante nueve meses en el Rin, debido a su gran actividad: “Bajamos por el Rin hasta donde los barcos de transporte crean enormes olas de proa. Si no hubiéramos tenido un entrenador con nosotros, nos habríamos hundido por el impacto de la ola lateral desde el primer intento.”, ‒dijo Lindemann.

Años después, repetiría la aventura con su amigo, ahora en el exótico Río Amazonas.

En entrevista para Playboy, mencionó esto sobre la experiencia: «Para la travesía por el Amazonas, nos sentimos mejor coordinados. Por ejemplo, siempre que hay que hacer una restauración del bote y hay que hacernos a la orilla, Joey lo nota y me mira. Y luego sin palabras: amarrar el bote, trabajar, comer, beber cerveza. Para andar en la selva, debes seguir una rutina, te acostumbras a que tienes que mirar exactamente en dónde estás pisando, y sucede que a veces no hay de dónde agarrarse porque todo tiene picos y un animal siempre puede sorprenderte y salir de cualquier lugar. La mayoría de las veces nos quedamos en hamacas en la selva tropical. Cuando te pones los zapatos por la mañana, primero tienes que ver si no hay algo venenoso allí.»

Chico de campo – grande y silencioso. Así le veían los miembros de Rammstein al principio, cuando pasaban el rato en casa.

Recuerda el teclista Christian Lorenz:

«Era como un tipo muy sencillo, que hablaba una frase por hora, pero en su casa siempre tenía comida y vodka. A veces, para atraernos a su cabaña en el bosque robaba un par de patos en algún lugar y los cocinaba en una bandeja. Y luego, como en una escena de “La Bella Durmiente”, había gente tirada en las esquinas, sobre los muebles y hasta en el patio.»

Richard Kruspe, el fundador de Rammstein, pasó noches en parques, soportó torturas de la policía, lavó ventanas y huyó del país: así se forjan las estrellas del rock. Uno de sus primeros recuerdos de Till:

«Till adora las reuniones caseras. Eso viene de su padre, que siempre estaba reuniendo invitados. Creo que esa es la única cosita que heredó de él. Organizar fiestas y reunir a la gente. Simplemente disfrutaba siendo un buen anfitrión. Su casa estaba siempre llena de invitados.»

Till añade: «Eso siempre fue emocionante para él. Cuando no estaba de viaje en Alemania o el extranjero, siempre llegaban convidados de Leipzig, de Rostock, o de Kazajistán…

…Él se ponía a trabajar en la cocina, compraba una cantidad excesiva de vino, y siempre había una fogata en el jardín. En algún momento dejaba de beber, entonces se iba a la cama a las nueve de la noche, pero toda la compañía seguía festejando… Y por la mañana se levantaba a las cuatro, limpiaba y ordenaba.»

Sobre el autodescubrimiento, la superación y la timidez infantil, que se cubre con la figura de un nadador hinchado. Así es como Lindemann se describe a sí mismo:

«Y realmente soy como un niño grande: poco inspirado pero inofensivo. La gente cree que siempre soy fuerte, explosivo. No lo estoy. Soy sensible y fácil de llevar, y en el amor soy romántico y apasionado.»

«Al principio estás sentado en una habitación oscura en algún lugar, abriendo una botella de vino y averiguando cómo hacer que las letras y la música sean populares. Al principio sólo tienes una vaga idea de lo que podría ser…

…Y luego, tres años más tarde, después de grabar, mezclar, hacer el trabajo artístico, todas esas tonterías, estás en el escenario y lo que se te ocurrió realmente funciona, cuando puedes conseguir que 20.000 personas levanten la mano, entonces es una experiencia increíble.»

El arte es una especie de terapia…

«Cuando siento que se está gestando algo dentro de mí, prepotente y la mayoría de las veces oscuro, necesito dejarlo salir, de lo contrario sólo me aplastará. Así que la destrucción y la autodestrucción son las dos ballenas en las que se basa mi arte.»

…Pero cada uno debe elegir

«Mis letras surgen de los sentimientos y de los sueños, pero aún más del dolor que del deseo. A menudo tengo pesadillas y me despierto por la noche cubierto de sudor porque veo escenas espantosas y sangrientas en mis sueños. Mis textos son una especie de respiradero para el flujo de lava de los sentimientos de mi alma.»

«Todos luchamos por escondernos detrás de la decencia y la corrección exterior, cuando en realidad nos mueven los instintos y los sentimientos más básicos: el hambre, la sed, el terror, el odio, el deseo de poder y el sexo. Por supuesto, también hay una energía adicional en nosotros, que es el AMOR. Sin ella, todos los sentimientos humanos se desvanecerían.»

«Cuando vives constantemente la vida de otra persona,
es muy difícil volver a meterte en tu propia piel.

En principio me gusta, pero a veces te confundes, y de repente, ya no estás más ahí.
Ya eres Till o sigues siendo un maníaco homicida…

…Me tomo la fama y todo eso con mucha, mucha humildad.
Y también me da un poco de miedo. Eso trae responsabilidad y presión extremas.
También surgen los temores al fracaso: ¿Podrán llevarse a cabo los próximos conciertos?
¿Mantendremos todos la salud? ¿Funcionará todo bien al final? Eso no es agradable.
Pero aún ahora me mantengo muy feliz y no me arrepiento de nada.»

“Puedes salir de cualquier situación difícil si no olvidas que no se vive con el cuerpo,
sino con el alma, si recuerdas que tienes algo más fuerte que cualquier cosa en el mundo”

‒Lev Nikoláyevich Tolstói

Бог защищает тех, кто защищает себя сам
[Dios protege a aquellos que se protegen a ellos mismos]

«Odio el ruido. Odio el parloteo.
Pero simplemente, no puedo evitar el exponerme a ello, que es puro masoquismo.
Y entonces tengo que protegerme de ello.
El ruido te vuelve loco. Se muere uno en él…

…No creo que exista un dios.
Y si él existe y realmente permite toda la miseria en esta tierra,
entonces debe castigarme junto con otros que sufren.

No rezaré a un dios así.»

Así es como lo ven los otros miembros de Rammstein: Flexible y con doble personalidad.

El guitarrista Paul Landers: «Till es tan bueno, que cuando le haces saber que su letra debe desarrollarse en otra dirección, ya al día siguiente trae una nueva versión de la canción.»

El guitarrista Richard Kruspe: «Es una persona muy extrema. Se adentra mucho en situaciones en las que no puedo seguirlo. Todo lo que hace es muy extremo; no conozco a nadie más que lo haga así.»

El baterista Christoph Schneider: “No me gustaría estar en la piel de Till: Su alma está plagada de dudas y contradicciones, es tan moralista como un monstruo. Pero es genial.»

Autor: Nikolai Zhivoglyadov. Para GOL.ru / 1-Jun-2021.
Link: https://gol.ru/materials/11680-inside-lindemann
Traducción: Erikire / Rammstein México